lunes, 2 de junio de 2014

De abdicaciones, búsquedas de felicidad y otros menesteres

Es dos de junio. Hijos míos, apuntaos la fecha. Os va a caer en Selectividad. Hoy es un día importante para la historia de nuestro país. Hoy, el que lleva siendo rey de España durante 36 años, la competencia de Ferguson en los banquillos de la monarquía, anuncia que abandona el trono. Abdica. Deja paso a su hijo. No voy a entrar en debates. Nadie me ha preguntado. “Ay, no voy a discutir contigo, que a ti no te gusta la realeza.” Pues voy a hacerle caso a mi madre. No vamos a discutir.
Pero, ¿todo esto a qué venía? Pues viene a que este señor nació en una familia con ciertos privilegios, diversas comodidades, que ningún español por tener el apellido García tiene. No me vengáis con el argumento de que también tuvo que “emigrar” y no tuvo siempre una vida fácil, que tengo un amigo buscándose la vida en Nigeria.
A lo que iba. La vida y tal. Este hombre no es que encontrara su sitio, es que se lo pusieron en bandeja. Pero los demás, los que somos de la plebe, los que nos levantamos y no tenemos a quien nos limpie y coloque los zapatos, o nos elija el foulard más bonito y más a juego con nuestra ropa interior, hemos de buscar nuestro sitio en el mundo.
Y diréis, ¡vaya forma de relacionar dos temas tan diferentes! Pues sí.
Nada más nacer se nos da una vida y nos dicen ‘¡Ale, a buscarte, a buscar tu función, a buscar tu felicidad, a encontrarte!’ Somos meros pasajeros de un tren sin destino claro hasta que llega un punto en la vida en el que te das cuenta de que has ido dando bandazos, quizás con sentido, y no has llegado a nada. O quizás sí y aún no te has dado cuenta.
Y ahí se encuentra esa amiga de la que siempre hablo. En la búsqueda incesante de su lugar en el mundo. Y esa búsqueda no tiene un destino fijo, una final donde puedas ganar una orejona. Es un camino. Y no creo que sepas nunca que ese camino ha llegado a su fin.
Búsqueda incesante de la felicidad. No hablo sólo de un trabajo que te haga sentirte realizado, o de una pareja que te haga tocar el cielo con los dedos. Hablo de esa sensación de bienestar, de felicidad sin límites, incluso de problema tras problema resuelto con la convicción de que lo que haces, lo haces sabiendo, valga la redundancia, porque sabes lo que haces. Hablo de encontrarte a ti mismo, conocerte mejor que la señora que te trajo al mundo. Entender tu función y la finalidad por la que alguien te colocó aquí y no en otro punto del mapa.
Buscar tu lugar. Y encontrarlo. ¿Hay acaso alguna victoria más grande en esta vida?

Suerte, Felipe. Te va a hacer falta. Suerte, amiga. Lo conseguirás.

2 comentarios:

  1. Simplemente perfecto, una vez más. En estos casos en vez de mirar arriba y lamentarse por haber nacido plebeyo yo lo que suelo hacer es mirar hacia abajo y dar las gracias x no haber nacido 5 cm más abajo en el mapa.. Nunca podemos saltar la valla de la Zarzuela pero al menos tampoco tenemos que saltar las de Melilla.

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    1. Qué haría yo sin mi mejor seguidor (y mi único lector?) Gracias, una vez más.
      Me quedo con la última frase, que me parece tan simple como bestial.
      Yo doy gracias, en serio. Y no me quejo para nada de vivir donde vivo y como vivo. Simplemente estoy en un momento de no saber ni dónde, ni qué, ni cómo.

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