jueves, 6 de noviembre de 2014

Con mucho hielo, por favor.

*Aviso para navegantes. Ésta es una entrada mediocre. No voy a decir nada interesante. No la leas. Seguro que tienes mejores cosas que hacer.

Podría decir que todo lo que voy a escupir en breves me ha surgido de la nada bebiéndome un gin tonic a la naranja y canela y disfrutando de un cigarrillo a la altura del de ‘después de’, mientras suena en mi gramófono esa música de los 80 que a todos tanto nos gusta. Eso recrearía un escenario idílico, perfecto para hacer de mí la imagen de tía interesante, bohemia y correctamente incorrecta.

Pero no.
Foto de Inma Buendía

No fumo y el único gin tonic que me he tomado a la naranja fue por invitación, y empeño, de un amigo.

Al grano.

¿Sabéis de estos juegos cuando eres pequeñx que te dicen con cuántos años te casarás y cuántos hijos tendrás? Yo iba a casarme con 28 e iba a tener tres retoños fruto de una perfecta relación con su padre. Si decoraba esa, ya de por sí en ese momento, maravillosa historia, iba a trabajar como directiva de una empresa e iba a ganar dinero a espuertas, casi sin despeinarme ese pelo de peluquería semanal.

Bien. Y aquí estamos.

Tengo 25 años. Poco más de dos meses para los 26. Soy una yogurina para más de la mitad de la población. Una viejuna si le preguntamos a un cuarto de ésta.

Quizás sea pronto para hablar. El caso es que soy la antítesis a lo que un día diseñé para mí en el futuro. Mi actual trabajo me encanta, pero a espuertas nada. Lo de la boda a los 28 es más complicado que correr la maratón de Nueva York. Y lo de los tres retoños… Mira, no.

A veces pensamos que vamos en el camino correcto. Que lo que hacemos lo hacemos, valga la redundancia, pensando en que es lo mejor y que será lo que nos lleve a ese estado de bienestar que anhelamos. El nuestro, no ese falso que nos propone el Gobierno.

Bandazo arriba, bandazo abajo, te das cuenta de que no eres ni la mitad de lo que quisiste ser cuando jugabas a ‘las casitas’, a ‘papás y mamás’ o a las barbies que tanto tardaste en guardar.

¿Qué he hecho mal? ¿Qué me ha quedado por hacer que tenía que haber hecho? ¿Dónde narices está ese príncipe azul que me iba a tener a todas horas intentando tener niños? Ensayos, ensayos, que es lo que les jode.

Me quedan mil cosas por conocer. Quisiera saber más de política, y de cine, y de historia. Y de fútbol también, que sigo sin ver el juego de Iturraspe (el de antes, éste no lo ve nadie). Me gustaría conocer las culturas más recónditas de este mundo y visitar cada rincón donde el hombre ha puesto el pie. Del hipotético padre de mis hijos hablaré en una siguiente entrada, si acaso. Hoy ya va a ser demasiado.




Y ya son casi las 11. En realidad me estoy tomando un vaso con leche, acabo de gastar medio paquete de klinex gracias a un maravilloso resfriado y de música de los 80 en mi gramófono nada. Fito en Spotify. No, no soy correctamente incorrecta. Soy una tía excesivamente normal. Mira, en eso sí acertó la Ana de los 90.

No hay comentarios:

Publicar un comentario