domingo, 14 de abril de 2013

YO CONFIESO


Ven, siéntate, hoy te voy a confesar algo.... Hoy te contaré uno de mis mayores y peores pecados. Hoy diré qué fue aquello que a mí me hizo, no mejor ni peor persona, sino alguien con una carencia importante de buen gusto, de romanticismo, de sentimiento verdadero. ¿La infidelidad a un novio? No, peor…


Hoy contaré que yo, en una época anterior, durante algunos años de mi infancia, cometí un fallo, entre muchos. Las malas compañías, dicen. Confieso que insultaba, siempre inocentemente, a mi hermano por sentir algo que yo no sentía. O eso pensaba. Algo que a él lo hacía diferente y yo no llegaba a comprender. “¡Buah, qué tonto, pero si vosotros siempre perdéis!”, me limitaba a repetirle mientras yo me compraba pósters y fotos de un brasileño, de aquel chileno mítico e incluso de un madrileño al que ahora homenajean en Alemania y Qatar. Confieso que yo llegué a decorar mi habitación con fotos de unos jugadores vestidos de blanco, con pegatinas de un guapete argentino con melenita, que me alegré con aquel gol de cierto montenegrino un 20 de mayo de 1998, incluso Melchor me regaló un balón firmado con sabor a merengue… Y lo peor de todo: negué un sentimiento que yo tenía dentro, pero que me costó descubrir. Y aunque costó, pocas cosas me han reportado tan buenos momentos. El fútbol sólo es una excusa para ser del Athletic


 Pero, ¿del Athletic se hace o se nace? No tengo dudas. Del Athletic uno nace. Ya me lo decía mi madre: “Tú, niña, cuando te preguntaban de pequeña, muy pequeña, de qué equipo eras, siempre respondías lo mismo - ¿Yo? Yo de Julen…”. 

Está claro. La naturaleza es sabia. Y, si no, ¿por qué tenemos los glóbulos a dos colores? Si lo raro es que el corazón no sea a rayas…

No hay comentarios:

Publicar un comentario