El Athletic es el romanticismo hecho fútbol. Un amor bicolor. El sentimiento más puro, que consigue adeptos sin esforzarse, sin intentarlo a propósito. Como Marcelo Alberto. Un argentino que llegó a Bilbo después de negarse a vivir en Milán. Ya se había comprometido, decía. Llegó y fue besar el santo, como dirían las ‘maris’ de mi pueblo.
El SEÑOR
BIELSA, aunque seguro que a él este calificativo no le gustaría, nos hizo
disfrutar de la mejor temporada en casi 30 años. No fueron Bucarest o Madrid, fue
el camino. No hace falta recordar cada paso. Nos costaría alguna que otra
lágrima.
¿Y ahora? Marcelo, decime, ¿qué harás?
Bielsa puede
compararse con ese novio que te hizo inmensamente feliz, pero con el que la
relación se ha enfriado. Quizás los suegros, quizás los amigos no tan amigos. Fuisteis
la pareja perfecta, la más envidiada, la más odiada incluso. Pero vosotros ibais
a lo vuestro. Era una sonrisa perenne. Llegasteis casi a tocar el cielo con la
punta de los dedos.
Pero el
tiempo pasó y la relación se desgastó. Ya no sois aquellos dos que se hacían el
amor varias veces a la semana con resultados increíbles. O aquéllos que
paseaban de la mano por el verde de los parques. Ya hay silencios incómodos. Miradas
perdidas. Os queréis. Lo sabéis. Pero quizás haya llegado el momento de poner
punto y final a una de las relaciones más perfectas que se hayan conocido
jamás.
Mejor
dejarlo ahora y quedar como amigos, que dejarlo pasar y acabar tirándonos los
platos a la cabeza. Mejor parar y esperar que el destino nos vuelva a juntar
otra vez, que acabar odiándonos por y para siempre.
El amor
entre el Athletic y Marcelo Alberto nunca se acabará, tiene que ser eterno. No
es fácil encontrar una pareja con la que disfrutar tanto viendo, tocando,
hablando y escuchando.
Bielsa, el novio perfecto. Un futuro ex de los que a
todas nos gustaría tener.
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