lunes, 17 de diciembre de 2012

A ti...


Y, casi sin darnos cuenta, estamos justo a una semana del inicio de la Navidad, de esa época en la que todos nos volvemos un poco menos malos, en la que se nos ablanda el músculo latente y en la que casi por arte de magia nos convertimos en osos amorosos.

Yo, amante de esta época odiosa, fría y sensiblona a partes iguales, quiero gastar unos minutos…

A ti, que sigues guardando sitio en mi agenda y sobre todo en mi cabeza a pesar del mucho tiempo sin hablar; a ti, a la que quiero y odio a partes iguales; a vosotros, con los que comparto algo más que sangre y apellidos; a vosotros, que me aguantáis a diario lo que no está pagado y os merecéis lo mejor en esta vida; a ti, al que echo de menos y de más al mismo tiempo; a vosotros, que me comprendéis a pesar de mis locuras, de mis innumerables rarezas; a ti, mi mayor regalo y mayor suerte en esta vida; a ti, al que tendría que inventar si no existiera, el que más sonrisas me ha sacado en los últimos tiempos; a vosotros, enanos, los mejores no hermanos que una puede tener; a vosotros, que sin hacer ruido nunca faltáis en mi día a día…


… os deseo, muy sinceramente, que paséis unas bonitas fiestas, que nunca os falte la sonrisa no sólo en la cara, que seáis felices porque, de una u otra forma, ahora o en algún momento de mi vida, me habéis hecho feliz a mí. Que el 2013 sea el primer año de una gran época.

Gracias por haberme dejado compartir con vosotros 365 días más.



miércoles, 12 de diciembre de 2012

The 12th man.


¿Te acuerdas? Éramos felices. Todo nos salía bien, incluida la suerte estaba de nuestra parte. En total, trece. Los once del verde nunca jugaron solos. ¿Recuerdas esa mañana de mayo? Todo se teñía de un rojiblanco radiante. Los niños no eran de Messi, eran de otro bajito, de uno de la Txantrea. Estábamos muy cerca de cumplir ese sueño que muchos hemos tenido desde pequeños. Y se nos fue. De un plumazo. Como un golpe seco. Y dos semanas después, se nos fue otro. Más esperado, quizás, pero igualmente doloroso. Bucarest, Madrid. Algo empezaba a cambiar. Algo se resquebrajada por dentro. Ya no había tanta suerte, el apoyo se dudaba. El héroe del chándal gris ya no estaba tan maravillosamente loco. Se pedía su marcha.


Sabíamos, y quien no lo reconocía era porque no quería, que esta temporada iba a ser dura. Dos golpes, dos bofetadas de tal calibre, harían mella en un equipo tan joven.

Empezábamos mal. Problemas internos. La familia no era tan perfecta como creíamos. Ya sabemos que la cosa cambia de puertas para adentro.

Y echó a rodar el balón. Y aquellos once que hicieron historia en el Teatro de los Sueños no se encontraban. Nadie sabía dónde había quedado esa magia de la que habíamos disfrutado meses atrás. Tampoco había alegría ni en sus caras ni en el campo. Marcelo ¿qué les está pasando?

Llegó noviembre y el equipo quedaba eliminado, a falta de seis puntos por disputarse, de la competición que nos había hecho no grandes, sino enormes, meses atrás.

En Liga tampoco la situación era boyante. Machacados por el Barça, vapuleados por el R. Madrid… Seguro que Falcao se quedó con ganas de más.

Hasta hoy. El doce del doce del doce no nos trajo suerte. Pero la suerte, como en los exámenes, no se tiene si no se ha estudiado, si no se pone empeño, si no se quiere conseguir de verdad el objetivo.


Y ahora, ¿qué?

Diciembre y sólo nos queda una competición. De aquí no nos pueden echar hasta junio. El que no se consuela es porque no quiere, dicen.

Queda levantar la cabeza, mirar al frente y enfrentarse a los problemas (llámese diecinueve equipos dispuestos a echarnos al infierno). Pero no sólo ellos, también nosotros. Prometámoslo. Que los once no jueguen solos.

martes, 11 de diciembre de 2012

Sé tú tu propio cambio.


|Siéntate un momento. Párate a pensar. ¿Lo que quieres es lo que tienes? Calla, no pienses en materialismos. ¿Eres como debes, como quieres o sólo como sabes? Deja de quejarte. Sal a la calle y cambia lo que no te gusta. Quédate en casa. Cambia lo que no te gusta de ti. Pasa el tiempo y no has llegado a nada de esa vida que idealizaste aquel día jugando a ser mayor. Deja de lamentarte por aquello que no consigues y piensa el por qué de ello. Y cámbialo. Quizás el primer paso sea complicado. Pero no tengas miedo. Siempre te espera algo mejor. Aunque cierres una puerta, después te encontrarás con un ventanal enorme con vistas al mar. Sé positivo. Confía en ti. Y, sobre todo, quiérete.|


PD. No cierres la puerta por dentro con llave. Por favor. Prometo volver e invitarte a ver el mar. Será más bonito, si cabe, si lo vemos juntos. 



jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Nos presentamos? Parte II


No soy maniática pero no puedo salir de casa sin el DNI y sin el brillo de labios. Tengo debilidad por mi primo Miguel. Nací un martes lluvioso. Me relaja mirar por la ventana. Puedo tirarme las horas muertas hablando por teléfono. Me encantaría ir a Nueva York y echarme una foto en las pirámides de Egipto. Pasear en góndola. Una cena romántica en París. Y que me despierten con el desayuno en la cama. Extremoduro no falta en mis días de bajón. Ni Manolo García. Siempre echo en la maleta la camiseta del Athletic. Odio quedarme sin agua caliente mientras me ducho. Y no poder quedarme dormida por las noches. Duermo sin pijama. E incluso con la ventana abierta en invierno. No me gusta que alguien lea antes que yo un periódico que yo he comprado. Ni ver una película con alguien que ya la ha visto. Soy demasiado conformista. Y me fastidia serlo. Tengo una ikurriña guardada en mi armario. Y una piedra de plástico como amuleto. No pronuncio la 'r'. Ya no es complejo. Me encanta conducir. Tengo un Corsa. Pisar el acelerador creyendo que voy a salir a volar. Las noches que juramos no dormirnos. Echar un día de campo con mis amigos. Me encantan las duchas recién levantada. El agua ardiendo sobre mis hombros. Que me besen en el cuello. Y un “te echo de menos” sincero. En una mirada fijamente con extraños siempre ganaré yo. No me retes. Puedo pasarme una semana entera comiendo ensalada. Me gustan las gafas de pasta. Pero agradezco no tener que llevarlas. Soy inmadura cuando quiero y madura cuando debo. Uno de mis vicios es el pan con tomate del Mercadona. No me gusta el tabaco. Sabe mal. Ni la coliflor. Pierdo más tiempo del que aprovecho. Pero me considero productiva. Últimamente no paso mi mejor época, pero preveo cambios en un futuro a corto plazo. Me encantaría pasar toda una noche en la playa. El sol me da energía y la lluvia, a veces, subidón. Me encanta cantar. Y creía que me daba vergüenza hacerlo en público. El siete de mayo siempre estará marcado en mi calendario. Si quieres algo, házmelo saber. No pillo las indirectas. El 2009 fue un gran año. Siempre echo la leche antes que el cola-cao. Me encanta el norte. Córdoba. Belén Esteban me parece odiosa. Y Rajoy. Admiro a Marcelo Bielsa. Y a todo aquel que pelea por cambiar lo injusto. Tengo un orden a la hora de abrir páginas de internet. Soy adicta a las redes sociales. En mi reproductor salta todo tipo de música. Pero nunca falta Adolfo Cabrales. Agradezco muchas de mis alegrías a don Bosco. Me encanta que me llamen sin yo esperarlo. Sueño con celebrar un título del Athletic. Y ser socia algún día. Creo que la felicidad está en los detalles más insignificantes a primera vista. Lloré con UP. Y con el nacimiento de mi prima. Mucho de lo que soy se lo debo a mi hermano. Y a mis padres. No puedo pasar un día sin lavarme el pelo. Me encanta la comida china. Y la italiana. Roma como ciudad para volver a visitar. Echo de menos a gente que hace poco no conocía. Y a mi tía María. Sólo rezo cuando lo necesito. Pero no me cuesta hacerlo para dar gracias. Mi vida no está en Pozoblanco. Pero no sé ni dónde estaré en unos meses. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas…

lunes, 26 de noviembre de 2012

De las dudas infinitas.


Frente a una taza de café caliente escuchaba atenta a su amiga. Aquella con la que siempre había tenido un feeling especial, aquella con la que compartía más de un secreto y una anécdota. Sus vidas, sin quererlo ni saberlo, habían trascurrido paralelas. Como si alguien desde arriba las hubiese hecho con un mismo molde, puesto en el mismo lugar y con el mismo mecanismo de actuación.

“Tenía miedo de perder a mi mejor amigo. Miedo a confundir amor con amistad. Quizás él sólo era con quien yo satisfacía mis deseos, mis locuras, mis noches. Quizás sólo era que yo llevaba mucho tiempo sola, sin saber lo que era el amor de pareja. O quizás no. La vida me ha demostrado que no. Mira, esta es nuestra casa. Aquí pasaremos el resto de nuestros días juntos.”

Esa historia, aunque ella ya la conocía, le hizo pensar durante un largo rato. Asentía con la cabeza a lo que su amiga le seguía contando. ‘Sí, sí, unas fotos preciosas. Gran paisaje’. Pero ella estaba lejos. Rozando, como poco, la Osa Mayor.

De nuevo, como tantas otras veces, se sentía identificada con ella. Y aunque se maldecía una y otra vez por sentirlo, las dudas la machacaban. Le rompían los esquemas, las ideas, la claridad ausente en su mente.

Por suerte, sólo duraba unos instantes. Todo volvía a la normalidad cuando se daba cuenta de que ella tenía lo más valioso del mundo, una de las mayores pruebas de amor de la vida: una amistad sincera, irrompible, auténtica y que estaba por encima de cualquiera cosa con la etiqueta ‘pareja’. Y si algo tenía claro, es que no cambiaba lo que había por lo que podría haber.



Y yo, frente a ellas, y casi dentro de la mente de cada una, las envidiaba. No todas las personas tienen la suerte de encontrar a una persona perfecta dentro de la imperfección que nos caracteriza. Y, mucho menos, encontrar el amor y la amistad en su máxima exponencia.  

martes, 20 de noviembre de 2012

La extraña pareja


Se conocieron hace unos 15 años. Él lo dejó todo, abandonó a su familia y amigos y emprendió la gran aventura. Fueron despacio, como los enamorados que no quieren estropear la relación con un polvo la primera noche. Y el camino, como la gran mayoría en esta vida, no fue fácil. Encontraron piedras, baches, badenes, incluso la oportunidad de separarse. Pero aguantaron, se sobrepusieron a las adversidades y continuaron juntos. Pero a todo cerdo le llega su san Martín, a toda pareja le llega el 15 de febrero.

Años después, y con todo lo que habían superado e incluso disfrutado juntos, han decidido separarse. No habrá buenas caras, no habrá un ‘Te deseo lo mejor’.

Nunca quisieron pensar que esto tenía un final, pero lo tenía. Y les llegó, tan sigiloso como ruidoso, tan inesperado como esperado.

Fueron progresando poco a poco, como los novios que empiezan dándose tímidamente la mano. Y hasta aquí, donde esos novios se tiran los trastos a la cabeza y las verdades a la cara. Pero sin novios, y sin trastos.

Les une un contrato, matrimonio que lo llaman en la calle. Pero en unos meses cada uno podrá tirar por su lado. Les conceden el divorcio. Uno está rehaciendo ya su vida, el otro podrá irse con otra más guapa, más rica y con más don de gentes. Aunque nadie le ha asegurado que lo vayan a querer más.

Los amigos, aunque no deberían, han tomado parte en el asunto. Y la relación, el amor que les unía, los motivos por los que fueron tan felices, están quedando en segundo plano. Dándose más importancia a cada una de las partes que a ese bonito nexo que les une.

La relación agoniza. La guerra ha estallado. El amor que siempre se ha defendido entre ellos se pone en duda a cada paso que dan. Se tambalean en la cuerda floja.

Siete meses a lo sumo. Con suerte para la extraña pareja, quizás sólo sean dos. Sea lo que sea, y por el bien de la familia, ojalá acabe pronto.

Suerte, Fernando. Y ¡Aupa Athletic!

lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Nos presentamos?

Hola. Me llamo Ana Isabel. Odio mi segundo nombre. Mis apellidos son de lo más comunes. Me gusta oír llover y las tostadas con mermelada de fresa. No soporto el toreo y me puedo pasar toda una tarde pegada al ordenador. Me encantan las tardes de domingo. Y ver cualquier deporte en directo. Pasear sola. Jugar al trivial. Y las tormentas de verano que te pillan desprevenida. Odio la falsedad, el oportunismo. Adoro Bilbao. Me fastidia que entren sin llamar. Regar las plantas. No puedo pasar un día sin escuchar música. Ni quiero. Me arrepiento de muchas cosas. Evito echarme la culpa. Me encantan los ojos verdes. No me gustan las ferias de verano. Odio el sabor del café, pero me encantan los caramelos. No tengo mascotas, ni quiero. Tengo sueños. Metas. Ilusiones. Ganas. Mi color favorito es el rojo. Soy rara. Y a la izquierda. Lo más normal que puedas encontrarte. No me gusta el otoño. Ni los martes. No tengo ídolos, pero soy fanática. El mejor regalo que tengo es mi hermano. Disfruto hablando de fútbol. No podría vivir sin Internet. No tengo prototipo de chico ideal. Me encantan los idiomas. Todo lo relacionado con la cultura vasca. Soy rencorosa. Y egocéntrica. Humilde a la vez. Me gusta vestir de negro. No me gustan las modas, pero me acabo uniendo a ellas. Me relajo mirando por la ventana. Y paseando bajo la lluvia. Creo en Dios. Soy demasiado enamoradiza. Inocente. Ilusa. Soy algo vaga. Cojo confianza pronto. Si me la das, soy extrovertida. Confío en todo el mundo. Duermo sin pijama. Me encanta el pollo asado. Y los complementos de ropa. No llamo la atención. He soñado que besaba a Fran Yeste en el círculo central de San Mamés. No me gusta hacer colas. Tengo defectos. Muchos. Y virtudes. Otras tantas. Me encanta hablar por teléfono. Me cuesta llegar puntual a los sitios. Adoro a mis primos. Me gusta conocer gente. Y conocer mejor a la que ya conozco. Me interesan la política y la economía. No suelo jugar a las cartas. Soy frágil. Me gusta la playa. Y ver fotos antiguas. La Coca-Cola light. Me encantaría cambiar el mundo. Soy feliz con poco. Me motiva tener a un estadio entero en contra. Y que me canten “Que viva España”. Lloro por cualquier cosa. Me gusta ir al cine. Y a conciertos. Y los museos de arte contemporáneo. Me cuesta ahorrar. Dicen que me parezco mucho a mi madrina. Me hubiese encantado conocer a Marilyn. Y a mi bisabuelo. Me gusta cocinar. Y comer, más. No tengo “mejor día de mi vida”, pero recuerdo muchos como especiales. Adoro la plaza de las Tendillas. Y la leche condensada. Manolo García. Su poesía. Sueño despierta. No me gusta leer, pero no puedo pasar un día desinformada de lo que pasa en el mundo. Odio el amor no correspondido. Y los mensajes inoportunos de Vodafone. Me encanta recordar momentos bonitos. Y que después de taparme los ojos, me digan: ¿Sabes quién soy?, cuando lo sé perfectamente. Contar secretos y que me los cuenten. Las llamadas inesperadas. Que me despierten con un beso y que me arropen por la noche. Odio a gente sin tener una buena excusa. Y lo siento. Mi futuro está lejos de aquí. No he conocido aún a mi príncipe azul. Pero sí me he enamorado. No puedo vivir sin la ilusión de ver a alguien especial. Me acuesto más tarde de lo que debería. Soy fría a veces. Me gusta el tomate natural con sal. Y la cuajada del Día con mucho azúcar. He visitado ciudades preciosas, pero me queda un mundo por conocer. Lloré cuando pisé por primera vez La Catedral. Mi tío me ha transmitido casi todos sus gustos. Tengo mejores amigos. Pero no mejores enemigos. Nunca me acuerdo de lo que he soñado. Me encanta hacer el tonto. Y cantar bajo la ducha. Bailar en mi habitación. Posar ante los espejos. Y echarme fotos. Me encantan las llamadas sólo de mi hermano después de cada partido del Athletic. No me da miedo la muerte. Me encanta la soledad elegida. Y pasear escuchando música. No me gustan los carnavales. Pero mi vida, a veces, es un carnaval. C’est fini. Por ahora.