¿Te
acuerdas? Éramos felices. Todo nos salía bien, incluida la suerte estaba de
nuestra parte. En total, trece. Los once del verde nunca jugaron solos.
¿Recuerdas esa mañana de mayo? Todo se teñía de un rojiblanco radiante. Los niños
no eran de Messi, eran de otro bajito, de uno de la Txantrea. Estábamos muy
cerca de cumplir ese sueño que muchos hemos tenido desde pequeños. Y se nos
fue. De un plumazo. Como un golpe seco. Y dos semanas después, se nos fue otro.
Más esperado, quizás, pero igualmente doloroso. Bucarest, Madrid. Algo empezaba
a cambiar. Algo se resquebrajada por dentro. Ya no había tanta suerte, el apoyo
se dudaba. El héroe del chándal gris ya no estaba tan maravillosamente loco. Se
pedía su marcha.
Sabíamos,
y quien no lo reconocía era porque no quería, que esta temporada iba a ser
dura. Dos golpes, dos bofetadas de tal calibre, harían mella en un equipo tan
joven.
Empezábamos
mal. Problemas internos. La familia no era tan perfecta como creíamos. Ya sabemos
que la cosa cambia de puertas para adentro.
Y echó
a rodar el balón. Y aquellos once que hicieron historia en el Teatro de los
Sueños no se encontraban. Nadie sabía dónde había quedado esa magia de la que
habíamos disfrutado meses atrás. Tampoco había alegría ni en sus caras ni en el
campo. Marcelo ¿qué les está pasando?
Llegó
noviembre y el equipo quedaba eliminado, a falta de seis puntos por disputarse,
de la competición que nos había hecho no grandes, sino enormes, meses atrás.
En Liga
tampoco la situación era boyante. Machacados por el Barça, vapuleados por el R.
Madrid… Seguro que Falcao se quedó con ganas de más.
Hasta
hoy. El doce del doce del doce no nos trajo suerte. Pero la suerte, como en los
exámenes, no se tiene si no se ha estudiado, si no se pone empeño, si no se
quiere conseguir de verdad el objetivo.
Y
ahora, ¿qué?
Diciembre
y sólo nos queda una competición. De aquí no nos pueden echar hasta junio. El que
no se consuela es porque no quiere, dicen.
Queda levantar
la cabeza, mirar al frente y enfrentarse a los problemas (llámese diecinueve
equipos dispuestos a echarnos al infierno). Pero no sólo ellos, también
nosotros. Prometámoslo. Que los once no jueguen solos.
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