Perdonad el oportunismo. Esta noche
he estado escuchando una conferencia sobre reilusionarse (si tienes la
oportunidad de escuchar alguna vez a Luis Galindo no la desaproveches). Yo creía
que lo pasaría bien. Pero no. He recibido un guantazo que se me han saltado
hasta las lágrimas. Varias veces además.
Qué imbécil. Qué poco valoramos
(¡valoro!) lo que tenemos. Y lo tengo todo.
Tengo salud. Obviamos la
lumbalgia de los últimos días. Puedo oír, ver, hablar, saltar, correr, bailar,
cantar. Puedo sentir. Puedo vivir.
Tengo trabajo. Bueno, no. Pero
tengo un futuro por delante que, a partir de ya, construiré yo a mi gusto. Porque
quién si no es el mejor arquitecto de la propia vida si no es uno mismo.

Afortunadamente también voy
conociendo poco a poco ese otro amor, el que te eriza la piel hasta en los días
más calurosos de julio. Ése que le pone nombre a un "por fin te encontré".
Y, sobre todo, me tengo a mí
misma. Una tía con mil defectos, pero también con mil virtudes que tengo y debo
explotar.
He salido de la conferencia con
moratones en el alma. Qué guantazos me ha pegado. Cuántos errores estamos
cometiendo sumidos en una rutina que no nos deja apreciar las maravillas que nos
da la vida. Esa cerveza fría, ese beso inesperado, esa oportunidad en el
trabajo, un gracias sincero, tu comida favorita, una ducha de agua caliente…
¡Despierta, joder! Agradece más, ríe más, disfruta más, besa más, abraza más,
haz más el amor, goza cada día.
Por eso, si me estás leyendo,
quiero que sepas algo. Sé que no te lo digo demasiado, pero te quiero, te
quiero muchísimo. Gracias por formar parte de mi vida. Gracias por haberte
cruzado en mi camino.
Y, amiga Julia, no olvides nunca
los muchísimos motivos que tienes para ser feliz. Porque tú ya eres un motivo
para que otros sean felices.
Anímate. Ilusiónate. Reilusiónate.
Y vive, que la vida va en serio.
Gracias, Luis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario