No
soy maniática pero no puedo salir de casa sin el DNI y sin el brillo de labios.
Tengo debilidad por mi primo Miguel. Nací un martes lluvioso. Me relaja mirar
por la ventana. Puedo tirarme las horas muertas hablando por teléfono. Me
encantaría ir a Nueva York y echarme una foto en las pirámides de Egipto.
Pasear en góndola. Una cena romántica en París. Y que me despierten con el
desayuno en la cama. Extremoduro no falta en mis días de bajón. Ni Manolo
García. Siempre echo en la maleta la camiseta del Athletic. Odio quedarme sin
agua caliente mientras me ducho. Y no poder quedarme dormida por las noches.
Duermo sin pijama. E incluso con la ventana abierta en invierno. No me gusta
que alguien lea antes que yo un periódico que yo he comprado. Ni ver una
película con alguien que ya la ha visto. Soy demasiado conformista. Y me
fastidia serlo. Tengo una ikurriña guardada en mi armario. Y una piedra de
plástico como amuleto. No pronuncio la 'r'. Ya no es complejo. Me encanta
conducir. Tengo un Corsa. Pisar el acelerador creyendo que voy a salir a volar.
Las noches que juramos no dormirnos. Echar un día de campo con mis amigos. Me
encantan las duchas recién levantada. El agua ardiendo sobre mis hombros. Que me
besen en el cuello. Y un “te echo de menos” sincero. En una mirada fijamente
con extraños siempre ganaré yo. No me retes. Puedo pasarme una semana entera comiendo
ensalada. Me gustan las gafas de pasta. Pero agradezco no tener que llevarlas. Soy
inmadura cuando quiero y madura cuando debo. Uno de mis vicios es el pan con
tomate del Mercadona. No me gusta el tabaco. Sabe mal. Ni la coliflor. Pierdo
más tiempo del que aprovecho. Pero me considero productiva. Últimamente no paso
mi mejor época, pero preveo cambios en un futuro a corto plazo. Me encantaría
pasar toda una noche en la playa. El sol me da energía y la lluvia, a veces,
subidón. Me encanta cantar. Y creía que me daba vergüenza hacerlo en público. El
siete de mayo siempre estará marcado en mi calendario. Si quieres algo, házmelo
saber. No pillo las indirectas. El 2009 fue un gran año. Siempre echo la leche
antes que el cola-cao. Me encanta el norte. Córdoba. Belén Esteban me parece
odiosa. Y Rajoy. Admiro a Marcelo Bielsa. Y a todo aquel que pelea por cambiar
lo injusto. Tengo un orden a la hora de abrir páginas de internet. Soy adicta a
las redes sociales. En mi reproductor salta todo tipo de música. Pero nunca
falta Adolfo Cabrales. Agradezco muchas de mis alegrías a don Bosco. Me encanta
que me llamen sin yo esperarlo. Sueño con celebrar un título del Athletic. Y
ser socia algún día. Creo que la felicidad está en los detalles más
insignificantes a primera vista. Lloré con UP. Y con el nacimiento de mi prima.
Mucho de lo que soy se lo debo a mi hermano. Y a mis padres. No puedo pasar un
día sin lavarme el pelo. Me encanta la comida china. Y la italiana. Roma como ciudad
para volver a visitar. Echo de menos a gente que hace poco no conocía. Y a mi
tía María. Sólo rezo cuando lo necesito. Pero no me cuesta hacerlo para dar gracias.
Mi vida no está en Pozoblanco. Pero no sé ni dónde estaré en unos meses. Dicen
que segundas partes nunca fueron buenas…
jueves, 29 de noviembre de 2012
lunes, 26 de noviembre de 2012
De las dudas infinitas.
Frente a
una taza de café caliente escuchaba atenta a su amiga. Aquella con la que
siempre había tenido un feeling especial, aquella con la que compartía más de
un secreto y una anécdota. Sus vidas, sin quererlo ni saberlo, habían trascurrido
paralelas. Como si alguien desde arriba las hubiese hecho con un mismo molde,
puesto en el mismo lugar y con el mismo mecanismo de actuación.
“Tenía
miedo de perder a mi mejor amigo. Miedo a confundir amor con amistad. Quizás él
sólo era con quien yo satisfacía mis deseos, mis locuras, mis noches. Quizás sólo
era que yo llevaba mucho tiempo sola, sin saber lo que era el amor de pareja. O
quizás no. La vida me ha demostrado que no. Mira, esta es nuestra casa. Aquí pasaremos
el resto de nuestros días juntos.”
Esa historia,
aunque ella ya la conocía, le hizo pensar durante un largo rato. Asentía con la
cabeza a lo que su amiga le seguía contando. ‘Sí, sí, unas fotos preciosas.
Gran paisaje’. Pero ella estaba lejos. Rozando, como poco, la Osa Mayor.
De nuevo,
como tantas otras veces, se sentía identificada con ella. Y aunque se maldecía
una y otra vez por sentirlo, las dudas la machacaban. Le rompían los esquemas,
las ideas, la claridad ausente en su mente.
Por suerte,
sólo duraba unos instantes. Todo volvía a la normalidad cuando se daba cuenta
de que ella tenía lo más valioso del mundo, una de las mayores pruebas de amor
de la vida: una amistad sincera, irrompible, auténtica y que estaba por encima
de cualquiera cosa con la etiqueta ‘pareja’. Y si algo tenía claro, es que no
cambiaba lo que había por lo que podría haber.
Y yo,
frente a ellas, y casi dentro de la mente de cada una, las envidiaba. No todas
las personas tienen la suerte de encontrar a una persona perfecta dentro de la imperfección
que nos caracteriza. Y, mucho menos, encontrar el amor y la amistad en su
máxima exponencia.
martes, 20 de noviembre de 2012
La extraña pareja
Se conocieron
hace unos 15 años. Él lo dejó todo, abandonó a su familia y amigos y emprendió
la gran aventura. Fueron despacio, como los enamorados que no quieren estropear
la relación con un polvo la primera noche. Y el camino, como la gran mayoría en
esta vida, no fue fácil. Encontraron piedras, baches, badenes, incluso la oportunidad
de separarse. Pero aguantaron, se sobrepusieron a las adversidades y
continuaron juntos. Pero a todo cerdo le llega su san Martín, a toda pareja le
llega el 15 de febrero.
Años después,
y con todo lo que habían superado e incluso disfrutado juntos, han decidido
separarse. No habrá buenas caras, no habrá un ‘Te deseo lo mejor’.
Nunca
quisieron pensar que esto tenía un final, pero lo tenía. Y les llegó, tan
sigiloso como ruidoso, tan inesperado como esperado.
Fueron
progresando poco a poco, como los novios que empiezan dándose tímidamente la
mano. Y hasta aquí, donde esos novios se tiran los trastos a la cabeza y las
verdades a la cara. Pero sin novios, y sin trastos.
Les une
un contrato, matrimonio que lo llaman en la calle. Pero en unos meses cada uno
podrá tirar por su lado. Les conceden el divorcio. Uno está rehaciendo ya su
vida, el otro podrá irse con otra más guapa, más rica y con más don de gentes. Aunque
nadie le ha asegurado que lo vayan a querer más.
Los
amigos, aunque no deberían, han tomado parte en el asunto. Y la relación, el
amor que les unía, los motivos por los que fueron tan felices, están quedando
en segundo plano. Dándose más importancia a cada una de las partes que a ese
bonito nexo que les une.
La relación
agoniza. La guerra ha estallado. El amor que siempre se ha defendido entre
ellos se pone en duda a cada paso que dan. Se tambalean en la cuerda floja.
Siete meses
a lo sumo. Con suerte para la extraña pareja, quizás sólo sean dos. Sea lo que
sea, y por el bien de la familia, ojalá acabe pronto.
Suerte, Fernando. Y ¡Aupa Athletic!
Suerte, Fernando. Y ¡Aupa Athletic!
lunes, 19 de noviembre de 2012
¿Nos presentamos?
Hola. Me llamo Ana Isabel. Odio mi segundo
nombre. Mis apellidos son de lo más comunes. Me gusta oír llover y las tostadas
con mermelada de fresa. No soporto el toreo y me puedo pasar toda una tarde
pegada al ordenador. Me encantan las tardes de domingo. Y ver cualquier deporte
en directo. Pasear sola. Jugar al trivial. Y las tormentas de verano que te
pillan desprevenida. Odio la falsedad, el oportunismo. Adoro Bilbao. Me
fastidia que entren sin llamar. Regar las plantas. No puedo pasar un día sin
escuchar música. Ni quiero. Me arrepiento de muchas cosas. Evito echarme la
culpa. Me encantan los ojos verdes. No me gustan las ferias de verano. Odio el
sabor del café, pero me encantan los caramelos. No tengo mascotas, ni quiero.
Tengo sueños. Metas. Ilusiones. Ganas. Mi color favorito es el rojo. Soy rara.
Y a la izquierda. Lo más normal que puedas encontrarte. No me gusta el otoño.
Ni los martes. No tengo ídolos, pero soy fanática. El mejor regalo que tengo es
mi hermano. Disfruto hablando de fútbol. No podría vivir sin Internet. No tengo prototipo
de chico ideal. Me encantan los idiomas. Todo lo relacionado con la cultura
vasca. Soy rencorosa. Y egocéntrica. Humilde a la vez. Me gusta vestir de negro.
No me gustan las modas, pero me acabo uniendo a ellas. Me relajo mirando por la
ventana. Y paseando bajo la lluvia. Creo en Dios. Soy demasiado enamoradiza.
Inocente. Ilusa. Soy algo vaga. Cojo confianza pronto. Si me la das, soy
extrovertida. Confío en todo el mundo. Duermo sin pijama. Me encanta el pollo
asado. Y los complementos de ropa. No llamo la atención. He soñado que besaba a
Fran Yeste en el círculo central de San Mamés. No me gusta hacer colas. Tengo
defectos. Muchos. Y virtudes. Otras tantas. Me encanta hablar por teléfono. Me
cuesta llegar puntual a los sitios. Adoro a mis primos. Me gusta conocer gente.
Y conocer mejor a la que ya conozco. Me interesan la política y la economía. No
suelo jugar a las cartas. Soy frágil. Me gusta la playa. Y ver fotos antiguas.
La Coca-Cola light. Me encantaría cambiar el mundo. Soy feliz con poco. Me
motiva tener a un estadio entero en contra. Y que me canten “Que viva España”. Lloro por cualquier
cosa. Me gusta ir al cine. Y a conciertos. Y los museos de arte contemporáneo.
Me cuesta ahorrar. Dicen que me parezco mucho a mi madrina. Me hubiese
encantado conocer a Marilyn. Y a mi bisabuelo. Me gusta cocinar. Y comer, más.
No tengo “mejor día de mi vida”, pero recuerdo muchos como especiales. Adoro la
plaza de las Tendillas. Y la leche condensada. Manolo García. Su poesía. Sueño
despierta. No me gusta leer, pero no puedo pasar un día desinformada de lo que
pasa en el mundo. Odio el amor no correspondido. Y los mensajes inoportunos de
Vodafone. Me encanta recordar momentos bonitos. Y que después de taparme los
ojos, me digan: ¿Sabes quién soy?, cuando lo sé perfectamente. Contar secretos
y que me los cuenten. Las llamadas inesperadas. Que me despierten con un beso y
que me arropen por la noche. Odio a gente sin tener una buena excusa. Y lo
siento. Mi futuro está lejos de aquí. No he conocido aún a mi príncipe azul.
Pero sí me he enamorado. No puedo vivir sin la ilusión de ver a alguien
especial. Me acuesto más tarde de lo que debería. Soy fría a veces. Me gusta el
tomate natural con sal. Y la cuajada del Día con mucho azúcar. He visitado
ciudades preciosas, pero me queda un mundo por conocer. Lloré cuando pisé por
primera vez La Catedral. Mi tío me ha transmitido casi todos sus gustos. Tengo mejores amigos.
Pero no mejores enemigos. Nunca me acuerdo de lo que he soñado. Me encanta
hacer el tonto. Y cantar bajo la ducha. Bailar en mi habitación. Posar ante los
espejos. Y echarme fotos. Me encantan las llamadas sólo de mi hermano después de cada partido del Athletic. No me da miedo la muerte. Me encanta la soledad elegida. Y
pasear escuchando música. No me gustan los carnavales. Pero mi vida, a veces,
es un carnaval. C’est fini. Por ahora.
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