martes, 2 de junio de 2015

Y, de pronto, ella.



Ahí estás tú, con esa sonrisa que impera en los últimos meses. Una cervecita al aire libre, una buena conversación y una gran compañía. Hoy vas guapete. Te has puesto esos vaqueros que tan buen trasero te marcan y la camisa a estreno. Además el día ha ido bien. Buen rollo en el trabajo, una buena y productiva tarde… Huele a felicidad.

Y, de pronto, ella.

Ella, que fue protagonista de tu vida años atrás. Que te hizo ser el hombre más afortunado del mundo hasta que viste que la fortuna era otra historia.

Desde que la dejaste marchar, tú has vuelto a soñar con otras, has vuelto a disfrutar con otras. Unos besos con la guapa de turno, otros con la idiota del segundo. Admite que no has perdido el tiempo. Ni ella, que se fue con el primero que le bailó el agua.

Pero.

¿Qué te ha pasado? El siguiente trago a la cerveza te ha sentado mal. Las tripas te han avisado de que la acabas de ver, de que está más guapa que nunca, de que quizás te equivocaras en el último adiós (No, nunca, sabes que hiciste bien).

Te repites, mascullando de camino a casa, que estaba olvidada, que ya no significa nada y que ojalá le partiera un rayo en la próxima tormenta. Bueno, esto último te lo dice tu colega, ése al que los consejos se le dan tan bien como ligar con inteligentes.

¿En qué momento se olvida por completo a alguien?    Mejor dicho. ¿Se olvida por completo a alguien? Tu memoria, siempre selectiva, prefiere recordar que un día fuisteis felices, que lo hacía como nadie. Y eso, eso nada ni nadie te lo borra.

Y ahí está. 

No te ha visto. Se atusa la melena, coge su bolso y camina con paso firme. Quizás ella sí le haya dado al Ctrl+X. O haya formateado su disco duro. O a saber.

Y mientras, tú, en un estado que ya ni recordabas, esperas que te escriba la del sábado. Porque sí, te habrá movido las entrañas, pero la vida sigue. Y sigue igual, que diría aquel.