domingo, 12 de noviembre de 2017

De cervezas al sol y errores varios.

Era sábado. Había un sol tan radiante que sólo podía caber felicidad. "Ana, necesito contarte algo". Le pegué un sorbo a mi Estrella de barril y asentí. Era toda oídos.

"Voy a hablarte de mi último error. La primera vez que lo vi lo supe. Lo tenía claro. Llevaba tatuado en la frente un enorme "aquí estoy, he llegado". No me equivocaba.

Ay, Ana... Esos ojos. Transmitían una nobleza como yo nunca había conocido. Brillantes. No sabía de qué color eran. No hacía falta.

Se acercó. Se presentó. Mi estómago dio un vuelco. Y mis ojos no lo perdieron de vista en las siguientes horas.

Volvió a acercarse. Era alto. Muy alto. Me habló de nuevo. Y yo, definitivamente, me perdí.

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¿Sabes, Ana, este momento en el que el mundo se para, la gente alrededor desaparece y sólo existís dos entes sobre la faz de la tierra? Ojalá se hubiesen parado los relojes en ese justo instante.

Tenía una sonrisa limpia, sincera. La sonrisa más bonita que había visto nunca. La segunda vez que me sonrió fue definitiva: ojalá vivir ahí eternamente.

Qué decir de sus manos. Grandes. Clamando seguridad. Ahí quería agarrarme. No soltarme jamás. Manos que rozaron las mías sin querer. O no. No sé. Sólo sé que hasta el último poro de mi piel sintió el temblor.

Tras varias semanas de ganas incesantes, de ilusión, de encuentros fortuitos, de miradas cómplices... lo tuve claro. Había llegado el momento de apostar. De arriesgar. De sacar la valentía que nunca había demostrado.

Dos palabras, Ana. Dos. Sólo dos para echar al traste todas esas ganas. "Hay alguien".

Y fin, Ana. Fin. Qué tonta soy. No entiendo nada. Siempre me pasa igual."


Y ahí estaba yo, sin saber qué decirle a mi amiga. Nunca me caractericé por ser buena consejera. Otro sorbo a mi cerveza y un muy poco convincente "No seas boba, no te has equivocado, no era él y punto. Has hecho lo que debías."


Me prometió que nunca más le escribiría, que sería fuerte. Y yo, que la conocía como a mí misma, asentí con la cabeza sabiendo que, otra cosa no, pero para eso ella tenía la misma fortaleza que el talco.

"Camarero, pasamos de cerveza. Tráenos dos gin tonics."





lunes, 30 de octubre de 2017

De relaciones, autosabotajes y demás asuntos varios.

Os voy a contar algo, aunque creo que no os voy a descubrir nada nuevo: las relaciones son jodidas. Perdón, complicadas. Difíciles. Complejas. Hay que ser constante. Disfrutar los buenos momentos y sobrevivir a los no tan buenos. Puedes estar enamoradísimo y tener momentos en los que preferirías que tu pareja se esfumara. Y no, el amor no es eterno. El amor sólo es eterno mientras dura. Así que es posible que tú, el que está tan enamorado de su novia y sube fotos todos los santos días a Instagram Stories, mañana, pasado o el mes que viene, lo dejes con ella. Y lo dejes tú. Y no pasa nada. Es la vida. La vida también son esas relaciones que dejamos. La vida es toda esa gente que pasa por nuestro lado. Que se queda o que se va (A Dios gracias). Pero habrá alguien que nunca nos dejará, con quien no podamos cortar por muchas ganas que tengamos y, muchísimo menos, dejar de seguir en cualquier red social. Y esa persona es, ni más ni menos, tú mismo.

Yo os venía a hablar de amor propio. Os venía a hablar de lo importante que es quererse. Lo importante de exigirse a uno mismo sin caer en el fallo de sabotear nuestras propias vidas. De disfrutar de los días en los que estemos a gusto con nosotros mismos y de querernos aún más cuando estamos insoportables. Pero, mira, no voy a hacer un misterwonderfulismo porque el positivismo por doquier me desespera un poco. Así que no lo haré.

#ElChicoQueMeGusta pasa de mí. No me hace caso. Qué le vamos a hacer. En otro momento de mi vida le echaría la culpa a los kilillos que he cogido desde hace unos meses, a esos 15 cm de menos que me hacen poco esbelta o a estos gustos raros que tiene una. Pero no, a estas alturas no. No voy a autosabotearme. Porque el problema no es mío. Ni suyo, vaya. (No le podemos gustar a todo el mundo. No somos una croqueta, que dirían por ahí). Yo, con mis veinticinco mil trescientos veintiocho defectos, soy una tía top. Aunque no lo sea para el jodido #ChicoQueMeGusta. Porque al final esto no depende de a quien tengamos detrás. No depende de que tu Whatsapp o los privados de Instagram estén echando humo (Aunque sea divertido, todo sea dicho). No. Depende de que tú te consideres una persona plena. Una naranja entera.


Pues eso, lo que os iba comentando, que las relaciones son jodidas. Y la que tenemos con nosotros mismos es, posiblemente, la más complicada que tengamos a lo largo de nuestra vida. Y yo, afortunadamente, últimamente estoy en mitad de una relación perfecta. Aunque #ElChicoQueMeGusta no me haga ni caso ;)