lunes, 28 de diciembre de 2015

2015. Con G (de genial)

Yo siempre fui de años impares. Nací en el 89, qué más decir. Así que cuando 2015 hizo aparición, le tuve grandes esperanzas. Y no, no ha defraudado.
 
2015 ha sido el año de las segundas oportunidades. Ha sido el año de enanos enormes. El año de la vuelta a los apuntes. El año del reencuentro con la ciudad de los califas. El año de volver a sentirse útil en una sociedad que lo pone francamente complicado.
 
2015 también ha sido el año del yo quiero, yo debo y, sobre todo, yo puedo. Se acabaron los lamentos, los prejuicios y los victimismos. Año de pelear por lo que se desea, disfrutando de lo que se posee. 

También ha sido año de más sabores que sinsabores. Más alegrías que penas. Si ellos están bien, yo siempre estaré bien. Qué más pedir, si además tengo aún conmigo a esos cuatro regalos que deberían ser eternos.
 
2015 también se vistió más de rojiblanco que nunca. Año de mi primer título, de mi primera final ganada. Primera vez maravillosa. Aritz ya será eterno. Y, cómo no, año de mi mayor aventura con tintes athleticzales. La Peña es el fregao más divertido y más bonito en el que me he podido meter. Aún no sé cómo explicárselo a mi madre. 

También fue año de entradas, de salidas y de permanencias a lo Vodafone. Llegó gente maravillosa, gente que está haciendo aún más si cabe que el 2015 adquiera el nivel superior. Gente que se fue, a la que agradezco el tiempo y, sobre todo, las enseñanzas. Y gente que muy afortunadamente aquí sigue, a mi lado, en la casa de enfrente o a miles de kilómetros. Pero aquí. 

Y, por último, fue año de sueños conjuntos cumplidos, año de fijación de metas, año de superación de barreras. Ojalá 2015 sólo haya sido un aperitivo antes de un plato fuerte llamado 2016. 

Obviaré el Mini y el ático en la Gran Vía bilbaína. Al 2016 le pediremos salud en cantidades industriales, que el trabajo nunca falte y, bueno, a ver, que me traiga un novio. Por mi abuela, hombre, que la tengo ya desesperaíta ;) 

Lo dicho, seguiremos.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Apaga y vámonos



“¿En serio una tía como tú tiene complejos? Estarías con el que quisieras. Si quisieras.”
Y no quieres. Porque te repudias, te desquieres, te odias y no te escupes porque te mancharías esa falda tan bonita que te has comprado que-no-me-voy-a-poner-porque-qué-van-a-pensar-de-estas-piernas-morcillonas.

Seguro que todas tenéis a esa amiga guapa,  delgada, simpática, culta… que pisa suelo besado y por besar. Yo también la tengo. Y es perfecta. No por lo de guapa y delgada, sino porque es divertida, una gran consejera, mejor conversadora y alguien que igual tienes “pa´ un roto que pa’ un descosío”. Pues no liga. O liga poco. Mi whatsapp erótico-festivo echa más humo. Y, ojo, sólo falla en algo (amor de amiga, pa’ gustos los colores) y es que ella no lo ve. No se lo ve. Le puede la inseguridad, los complejos (¿Los compleQUÉ?). Le falla la actitud. El ‘no soy capaz’, el ‘qué va a pensar’, el ‘deja, deja, que parece que soy tonta’, el ‘no quiero molestar’. Y ahí sigue, esperando a que el príncipe azul que no existe llame a su puerta. Y que abra la de la calle, la del rellano, la del piso y la de su habitación. 

Ella es sólo un ejemplo de idiota como, posiblemente, la que está leyendo esto o la que lo está escribiendo. 
Tu éxito, el éxito más allá de tus sábanas también, no depende de que seas rubia, de que midas 1,80 o de que tu báscula no supere los 50. Que no. Aquí lo importante es que tú sepas todo lo que vales y lo que le puedes aportar a cualquier persona de este mundo. 

¡Ay el día en el que nos demos cuenta de que lo importante es la actitud! ¡Ay ese día! 

Amiga, cambia el chip. Cambia el “no quiere porque no soy lo suficiente para él” al “él se lo pierde”.

Si tú te ves inferior a cualquiera, apaga y vámonos. Si tú no te crees lo maravillosa que eres, apaga y vámonos. Si has llegado a pensar que si tú fueras él, nunca te acostarías contigo misma, apaga y vámonos. Si crees que no mereces lo que tienes, apaga y vámonos. Si no ves la diosa que llevas dentro, apaga y vámonos.
El día que te des cuenta de que lo importante es la actitud, (¡ay, amiga!), ese día… Ese día enciende y vámonos a bailarnos la vida.

martes, 2 de junio de 2015

Y, de pronto, ella.



Ahí estás tú, con esa sonrisa que impera en los últimos meses. Una cervecita al aire libre, una buena conversación y una gran compañía. Hoy vas guapete. Te has puesto esos vaqueros que tan buen trasero te marcan y la camisa a estreno. Además el día ha ido bien. Buen rollo en el trabajo, una buena y productiva tarde… Huele a felicidad.

Y, de pronto, ella.

Ella, que fue protagonista de tu vida años atrás. Que te hizo ser el hombre más afortunado del mundo hasta que viste que la fortuna era otra historia.

Desde que la dejaste marchar, tú has vuelto a soñar con otras, has vuelto a disfrutar con otras. Unos besos con la guapa de turno, otros con la idiota del segundo. Admite que no has perdido el tiempo. Ni ella, que se fue con el primero que le bailó el agua.

Pero.

¿Qué te ha pasado? El siguiente trago a la cerveza te ha sentado mal. Las tripas te han avisado de que la acabas de ver, de que está más guapa que nunca, de que quizás te equivocaras en el último adiós (No, nunca, sabes que hiciste bien).

Te repites, mascullando de camino a casa, que estaba olvidada, que ya no significa nada y que ojalá le partiera un rayo en la próxima tormenta. Bueno, esto último te lo dice tu colega, ése al que los consejos se le dan tan bien como ligar con inteligentes.

¿En qué momento se olvida por completo a alguien?    Mejor dicho. ¿Se olvida por completo a alguien? Tu memoria, siempre selectiva, prefiere recordar que un día fuisteis felices, que lo hacía como nadie. Y eso, eso nada ni nadie te lo borra.

Y ahí está. 

No te ha visto. Se atusa la melena, coge su bolso y camina con paso firme. Quizás ella sí le haya dado al Ctrl+X. O haya formateado su disco duro. O a saber.

Y mientras, tú, en un estado que ya ni recordabas, esperas que te escriba la del sábado. Porque sí, te habrá movido las entrañas, pero la vida sigue. Y sigue igual, que diría aquel.





martes, 19 de mayo de 2015

Efemérides de un fracaso muy acertado.

(No esperéis una oda a nada, algo interesante para comentar en el bar o la más tierna historia de amor. Sólo quiero compartir con vosotros mi gran fracaso, mi gran alegría. Hoy hace un año.)





Eran las nueve de la mañana aproximadamente. Mi jefe ya estaría en su despacho, pensé. Subí las escaleras temblando. Nunca creí que mis piernas pudieran ser como el papel de frágiles. Llamé, entré. “No me digas nada, ya sé a lo que vienes. No sabes cuánto lo siento.”

Hoy hace un año de una de las decisiones más importantes de mi vida. Aquel día elegí ganar perdiendo mucho. “Sólo espero que un día no digas ‘me arrepiento’”. Tengo suerte, de pocas decisiones en mi vida me he arrepentido después.

Tenía dos caminos. Y elegí el confuso. Volver a casa, volver a engrosar la lista maldita y empezar de nuevo. Dejé atrás una gran oportunidad. Y no, no me arrepiento.

Fue la decisión más importante de mi vida. Nada comparado a qué estudiar, dejar a mi pareja o mudarme al Norte.

Elegí ganar perdiendo mucho. Preferí abandonar para buscar un sendero mejor. Le di más importancia a lo personal que a lo profesional. A mi vida que a mi cuenta bancaria. A ellos que a aquéllos. A mí antes que al qué dirán.

Fue un fracaso. Siempre lo admitiré. Pero fue el fracaso más acertado que he cometido en 26 años de vida. Y sí, es posible.

¿Cómo se paga el levantarse con alegría, trabajar a gusto, que incluso te pidan que te vayas ya que es tu hora? ¿Cómo se paga el dormir con la mente relajada, vivir con paz interior? ¿Se pagan las sonrisas y las risas a borbotones?


Hay más trenes, que no te engañen. Sólo que te llevan a destinos diferentes. Aquel tren no sé dónde habrá llegado. Y no, no me arrepiento de no saber dónde está.

miércoles, 6 de mayo de 2015

(Semi) Finales

Tu llegada fue como un gol de Messi. Pura belleza. Conducción con la izquierda, te la acomodas a la derecha y con un toque sutil, la picas. Y, vòila, ya está dentro. Todo fácil.

Así llegaste. Te moviste por mí como Mascherano en el centro de la zaga. Con seguridad y contundencia. Aunque, pensando bien, tú fuiste más de juego directo. No te anduviste con rodeos. No me dejaste ni respirar. Contragolpe letal que me dejó como a Neuer: en el suelo, abatido.

El partido de ida lo ganaste. Y, créeme, me muero de ganas de jugar la vuelta. Que gane quien gane. Yo sólo quiero jugar mis 90 minutos.

No me hagas pensar que esto no eran semis, que me has condenado ya directamente a un(a) final. 




domingo, 19 de abril de 2015

Te odio a tiempo parcial.

Hoy me he vuelto a acordar de ti. No te preocupes, ha sido algo breve. Al rato se me ha pasado. Putas películas irreales. Que si la prostituta que al final acaba saliendo de la calle porque un multimillonario se enamora de ella, que si la chica que busca la felicidad en otras culturas y te acaba encontrando a ti.

Perdona. No volverá a suceder. Pero te he vuelto a recordar. Y te he echado de menos. Y he maldecido a los que me han separado de ti. Y a los que me han hecho odiarte. Perdóname. No me volverá a pasar.

¿Sabes? A ratos me imagino contigo. Tú eres felicidad. Por eso será que imagino verte en cada esquina.

Suena Quique González y me dice que “aunque tú no lo sepas, me he inventado tu nombre”.

Hoy he vuelto a pensarte y me he imaginado feliz en unos brazos de esos que sólo con tocarte hacen que ardas. Túmbate y mira las estrellas. Ahí estabas. No volviste. No cuando deberías.

Llegaste sólo para hacer daño. Más adelante, te pedí que vinieras y nunca llegaste. ¿Qué te he hecho yo a ti?

Hoy he vuelto a pensarte. A necesitarte. A odiarte. A obligarme a obviarte.

No eres mi vida. No te necesito. No quiero necesitarte.

Ahora  me habla Ismael Serrano y susurra “cambiemos el mundo, amigo, que tú ya has cambiado el mío”.

Vuelve, y hazlo para quedarte.


Ay, amor, cómo te necesito odio.