jueves, 26 de junio de 2014

Error 404: Sentimiento rojiblanco not found.

Hola. Me llamo Ana, tengo 25 años, nací en Pozoblanco (Córdoba) y puedo ser perfectamente la aficionada al Athletic menos objetiva que conozco. Y empiezo diciendo esto para entonar el ‘mea culpa’ por ello.
Y, ahora, vayamos al meollo de la cuestión.

Hoy sería un día particularmente recordado porque, por fin, tengo en casa el título que acredita que soy licenciada en Administración y Dirección de Empresas. Pero, posiblemente, de aquí a unos años yo no recordaré esto, sino que me acordaré de que cierto día del verano de 2014, Ander Herrera hacía oficial su fichaje por el United. (**Puedo recordar con pelos y señales el momento justo en el que me enteré del traspaso de Del Horno, por ejemplo).

Para un aficionado cualquiera a un equipo cualquiera, la venta de uno de sus jugadores puede ser algo normal, típico cada verano, más o menos positivo dependiendo del dinero que deje en las arcas de su club…

Pero en el Athletic no es así. Y no es así porque tenemos un enorme problema (¿He dicho ya que soy la menos objetiva que conozco?). Nosotros, los aficionados, pretendemos que los 11 que pisan el verde tengan nuestros mismos sentimientos. Que jueguen con la bufanda puesta.

Yo no soy de #LosRománticos en la vida, pero sí lo soy en el fútbol. Qué idiota. Y sí, quiero que esos que defienden mis colores, defiendan también sus colores. Y no sólo lleven a cabo su profesión. Que igual que yo después de una derrota estoy jodida, ellos se marchen a casa fastidiados. No sólo porque no hayan hecho su trabajo bien, sino porque su equipo (que no su club) ha perdido.

En el Athletic exigimos sentimiento. Porque garra, ganas y pundonor se deben exigir en todos los equipos. O si no, para qué. Y somos tan [[inserte aquí su adjetivo]] que pretendemos que un chaval que ha mamado de la Virgen del Pilar, sea más del Athletic que Zarra. Y que no se vaya nunca, que ponga al Athletic por encima de todas las cosas. Un chaval que recaló en Bilbao por ayudar a SU equipo y porque era un salto enorme en su carrera. Chaval que habrá estado mejor o peor, pero se ha dejado el par que tiene siempre sobre el campo.

Repito: en el Athletic tenemos un problema, exigimos sentimiento. Y soy la primera que haría antes del reconocimiento médico un test de amor rojiblanco. Que no lo pasas, ya puedes estar hecho un toro que no eres para nosotros.

Pero hay que ser objetivos. Y conscientes de la realidad. Y dejarnos, como dirían los granaínos, de polladas.

Ellos no son aficionados. Son profesionales. Y como profesionales, y personas, que son buscan su desarrollo. Nuevas metas, nuevas inquietudes.

Queridos athleticzales, vamos a intentar dejar el romanticismo y el amor para los planes de los domingos por la tarde. Para ponerle sentimiento ya estamos nosotros. En las gradas, en los bares o desde el sofá de nuestra casa.


Como diría uno de los referentes en mi vida, “es de bien nacidos, ser agradecidos”. Pues eso, Ander. Thanks, thanks, thanks. And good luck!

martes, 24 de junio de 2014

Me echo de menos.

Te voy a contar un secreto a voces: te echo de menos.

O no.

Quizás lo que eche de menos sea a la chica que compartía contigo tus días.

Es decir.


Me echo de menos a mí misma.

Me recuerdo feliz.

Echo de menos el éxtasis de sentirme contigo.

El sudor compartido y la respiración acelerada.

Mis buenas noches y mis palabras bonitas.

Los sentimientos descubiertos al tocarlos.

Echo de menos el andar sin hablar.

Y ver películas que no me gustaban sólo para quedarme dormida sobre ti.

Quiero beber aquel vino que me hizo perder la cabeza.

Y volver a recordar que una noche hiciste que las piernas me temblaran.

Eso es. No te echo de menos.

Echo de menos el temblar.

Y tener que elegir entre tú o el fútbol.

Y que tú perdonaras quedar segundo. Una vez más.

Echo de menos la hegemonía de las noches en vela.

Y el yo contigo. Que no el tú conmigo.

Ni el tú y yo. Ni el nosotros.


Yo me echo de menos.



lunes, 2 de junio de 2014

De abdicaciones, búsquedas de felicidad y otros menesteres

Es dos de junio. Hijos míos, apuntaos la fecha. Os va a caer en Selectividad. Hoy es un día importante para la historia de nuestro país. Hoy, el que lleva siendo rey de España durante 36 años, la competencia de Ferguson en los banquillos de la monarquía, anuncia que abandona el trono. Abdica. Deja paso a su hijo. No voy a entrar en debates. Nadie me ha preguntado. “Ay, no voy a discutir contigo, que a ti no te gusta la realeza.” Pues voy a hacerle caso a mi madre. No vamos a discutir.
Pero, ¿todo esto a qué venía? Pues viene a que este señor nació en una familia con ciertos privilegios, diversas comodidades, que ningún español por tener el apellido García tiene. No me vengáis con el argumento de que también tuvo que “emigrar” y no tuvo siempre una vida fácil, que tengo un amigo buscándose la vida en Nigeria.
A lo que iba. La vida y tal. Este hombre no es que encontrara su sitio, es que se lo pusieron en bandeja. Pero los demás, los que somos de la plebe, los que nos levantamos y no tenemos a quien nos limpie y coloque los zapatos, o nos elija el foulard más bonito y más a juego con nuestra ropa interior, hemos de buscar nuestro sitio en el mundo.
Y diréis, ¡vaya forma de relacionar dos temas tan diferentes! Pues sí.
Nada más nacer se nos da una vida y nos dicen ‘¡Ale, a buscarte, a buscar tu función, a buscar tu felicidad, a encontrarte!’ Somos meros pasajeros de un tren sin destino claro hasta que llega un punto en la vida en el que te das cuenta de que has ido dando bandazos, quizás con sentido, y no has llegado a nada. O quizás sí y aún no te has dado cuenta.
Y ahí se encuentra esa amiga de la que siempre hablo. En la búsqueda incesante de su lugar en el mundo. Y esa búsqueda no tiene un destino fijo, una final donde puedas ganar una orejona. Es un camino. Y no creo que sepas nunca que ese camino ha llegado a su fin.
Búsqueda incesante de la felicidad. No hablo sólo de un trabajo que te haga sentirte realizado, o de una pareja que te haga tocar el cielo con los dedos. Hablo de esa sensación de bienestar, de felicidad sin límites, incluso de problema tras problema resuelto con la convicción de que lo que haces, lo haces sabiendo, valga la redundancia, porque sabes lo que haces. Hablo de encontrarte a ti mismo, conocerte mejor que la señora que te trajo al mundo. Entender tu función y la finalidad por la que alguien te colocó aquí y no en otro punto del mapa.
Buscar tu lugar. Y encontrarlo. ¿Hay acaso alguna victoria más grande en esta vida?

Suerte, Felipe. Te va a hacer falta. Suerte, amiga. Lo conseguirás.