lunes, 28 de octubre de 2013

¿Quién me va a decir a mí que soy un aficionado de Segunda?

Hoy es un día perfecto, como cualquier día, para rescatar del baúl algo que escribió mi hermano hace un tiempo. Mi hermano, mi maestro particular en las artes amatorias rojiblancas.

Aquí va...

Hola Athleticzales del mundo. Como soy nuevo en estos lares, me presento. Me llamo Rafa, tengo 28 años y os escribo desde un pueblecito al norte de la provincia de Córdoba. No, no dejéis de leer. Por favor. Os quiero contar mi historia. Gracias.



Hace poco alguien hizo que me sintiera muy mal. Alguien me dijo que yo, precisamente yo, era un aficionado de segunda. A mi pregunta de por qué, me respondieron que yo no había nacido en Euskadi. Bien. A mí, precisamente a mí. Os cuento.

Diez años. Esa era la edad que yo tenía la primera vez que vi en directo al Athletic. Esa semana yo iba a mi colegio, a los Salesianos, flotando por encima del suelo. Mis abuelos iban a llevarme a Sevilla. Iba a cumplir el sueño de mi vida. Julen, Carlos García, Garitano, Alkorta, cuco Ziganda, todos iban a estar en el verde del Pizjuán mientras yo, con mi bufanda y mi camiseta, me iba a desgañitar gritando ‘Athletic’ animando a los míos. Pues esa maldita semana me tuve que poner enfermo. Al médico. Principio de pulmonía. Según D. Carlos, mi médico, tratamiento y cama. No salir de casa. Conforme oía las palabras del señor de bata blanca, mis ojos empezaron a humedecerse. Pero no había problema. Mi madre me miró con cara cómplice y le dijo a D. Carlos: “póngame un tratamiento fuerte doctor, el niño tiene que hacer un viaje”. ¡Sí! Dos días después allí estaba yo. Mis abuelos habían obrado el milagro. Mi madre me vistió de tal forma con tal de que no cogiera frío, que sólo se me veían los ojos. Las fotos de aquel día así lo atestiguan. El Hotel Los Lebreros de Sevilla fue testigo de cómo un enano con camisa, jersey, abrigo y bufanda, veía por primera vez a sus ídolos. El gran Julen, el goleador Ziganda, el capitán, Genar Andrinua… todos estaban allí. Estaba temblando sólo de verlos. Y luego a Nervión. Yo temía a Maradona. No salió del círculo central. Que tío, no corría nada. Pero perdimos. 3-1. El nuestro lo metió el Cuco. Fueron 90 minutos gritando, saltando, mirando embelesado a once rojiblancos sobre un campo de fútbol. Soñando con empatar y con vestir yo algún día esa camiseta. El árbitro pitó el final y yo me subí a un Astra color granate para volver casi 300 kms. sobre nuestros pasos pensando que en San Mamés, a la semana siguiente, teníamos que sacar los tres puntos. Seguro. Teníamos que ganar.


De eso han pasado casi veinte años. Yo soy del Athletic desde que mi abuelo nació, frase que le robo a mi hermana. En mi familia, esto es algo que se transmite de generación en generación. No es una afición. Esto es una religión. Y como religión que es, no tiene fundamento lógico. Y no tienes que haber nacido en un sitio concreto para sentirla. Ojalá yo hubiera nacido en Bilbao y pudiera ir cada domingo a San Mamés. Ojalá. Pero no ha sido así. 917 kms separan mi casa de La Catedral. Y mi primera vez fue fantástica. Aún recuerdo ese escalofrío que me recorrió cuando, subiendo la calle Pozas con mi hermana y mi tío, vimos unas paredes blancas y un inmenso escudo del Athletic. Estábamos allí. Habíamos llegado a San Mamés. Diez horas de coche después, estábamos en aquel lugar soñado. Mi hermana no articulaba palabra, mi tío nos contaba antiguas experiencias vividas allí, y yo… yo no sé qué hacía.

En serio, ¿quién me dice a mí que soy un aficionado de segunda? A mí,  que me han escupido en el Bernabéu, me han insultado en el Pizjuán, me han escoltado hasta el coche en el Lopera, me han amenazado en La Rosaleda. A mí, que he gastado todos mis ahorros en ir hasta Bilbao a ver un partido, que me han tirado piedras el día del botellazo a Armando, que me he jugado el tipo yendo a escondidas a Vallecas para ver a mi Athletic en copa. A mí, que me he quedado tirado con mi hermana tras una nevada espantosa volviendo de Málaga. A mí, que grito cada gol de Toquero como si fuera mi vida en ello. A mí, que a mis 28 años aún sueño con marcar un gol a pase de Julen y que La Catedral se venga abajo. A mí, que siempre he tenido que dar explicaciones. ¿Del Bilbao?, me preguntaban. Del Athletic, respondía yo. Pues eso. A mí, ¿alguien me va a decir que yo
 
soy de segunda?  No, no es justo. El Athletic es tan grande que nadie te puede decir si estás o no estás. El Athletic es propiedad nuestra. De todos y cada uno de los que vibramos con un regate de Iker, con una galopada de Toquero, con un centro de Iraola, con un balón dividido ganado por Gurpe o con un remate a la red de Llorente. De todos y cada uno de los que metemos nuestra camiseta en cada maleta, en cada viaje. No nos dividamos nosotros. Que lo hagan otros. Nosotros somos el Athletic. Y, ¿por qué no? Los de Bilbao nacemos donde nos da la gana.


Eskerrik asko.

Rafa García