Os
escribo casi un mes antes para que no os pille el toro, como siempre os pasa.
Primero
quiero daros las gracias. El año pasado os portasteis genial. Al 2013 no le
puedo pedir más, la verdad. Mis padres y mi hermano están bien, mis cuatro abuelos
gozan de salud, tengo un novio estupendo, mis amigos siguen siendo la leche y
en casa estamos sobrellevando la crisis sin demasiadas penurias.
Yo,
para devolvéroslo, he sido buena. Me he portado bien. He hecho caso a mis
padres y no me he enfadado demasiado con mi hermano. He intentado cumplir con
todas mis obligaciones de forma medianamente correcta y, por supuesto, sin
quejarme demasiado.
Pero ahora
empieza un año nuevo. Vuelve el 6 de enero. Y, cómo no, deseos nuevos.
Si me preguntara alguien qué quiero por Navidad con dos cervezas encima, lo tendría claro. “Un Mini, un loft en pleno centro de Bilbao y un máster. Y si te sobra algo suelto, un día entero de compras.”
Pero seré
realista, poco vanidosa y “conformista”. Sólo os pido una cosa. Es fácil de
entender, aunque quizás complicado de comprar.
Queridos
Reyes Magos: QUIERO UN TRABAJO.
Quiero
un puesto de trabajo que me haga sentirme útil en esta sociedad. Quiero dejar
de ser de la generación perdida, de la que no tiene oportunidades, de la que no
puede porque no la dejan. Quiero aportar y poder asegurarle una jubilación
decente a mis padres. Quiero colaborar para que este país salga a flote. Quiero
cotizar y mantener este, cada día menos, Estado del Bienestar. Quiero ser
productiva. Queridos Reyes Magos, quiero trabajar.
Sin
más, me despido esperando vuestras noticias. Os dejo mi zapato bajo el árbol,
como siempre.
¡Buen viaje!
Ana.