jueves, 12 de diciembre de 2013

Queridos Reyes Magos


Os escribo casi un mes antes para que no os pille el toro, como siempre os pasa.

Primero quiero daros las gracias. El año pasado os portasteis genial. Al 2013 no le puedo pedir más, la verdad. Mis padres y mi hermano están bien, mis cuatro abuelos gozan de salud, tengo un novio estupendo, mis amigos siguen siendo la leche y en casa estamos sobrellevando la crisis sin demasiadas penurias.

Yo, para devolvéroslo, he sido buena. Me he portado bien. He hecho caso a mis padres y no me he enfadado demasiado con mi hermano. He intentado cumplir con todas mis obligaciones de forma medianamente correcta y, por supuesto, sin quejarme demasiado.

Pero ahora empieza un año nuevo. Vuelve el 6 de enero. Y, cómo no, deseos nuevos.

Si me preguntara alguien qué quiero por Navidad con dos cervezas encima, lo tendría claro. “Un Mini, un loft en pleno centro de Bilbao y un máster.  Y si te sobra algo suelto, un día entero de compras.”

Pero seré realista, poco vanidosa y “conformista”. Sólo os pido una cosa. Es fácil de entender, aunque quizás complicado de comprar.

Queridos Reyes Magos: QUIERO UN TRABAJO.

Quiero un puesto de trabajo que me haga sentirme útil en esta sociedad. Quiero dejar de ser de la generación perdida, de la que no tiene oportunidades, de la que no puede porque no la dejan. Quiero aportar y poder asegurarle una jubilación decente a mis padres. Quiero colaborar para que este país salga a flote. Quiero cotizar y mantener este, cada día menos, Estado del Bienestar. Quiero ser productiva. Queridos Reyes Magos, quiero trabajar.

Sin más, me despido esperando vuestras noticias. Os dejo mi zapato bajo el árbol, como siempre.

¡Buen viaje!


Ana.

lunes, 18 de noviembre de 2013

180°

Se conocieron cuando la pubertad todavía estaba haciendo acto de presencia. Él lucía melena, recogida siempre en una coleta. Ella siempre pelo corto. Y suelto. Compartían clase. Un año uno tras el otro. Era divertido. Fue un año divertido. Aunque ella siempre hizo más ‘migas’ con el otro compañero, a él siempre le encontró su punto. Ese punto que sólo encontramos las mujeres y que nunca sabemos bien cómo definir.

A él le interesaba la música. A ella el fútbol. Él era más de clase de Informática. Ella disfrutaba en Inglés. El Norte y el Sur. El yin y el yang posiblemente.

Aquel año se terminó. Adiós al instituto. Con fortuna, posteriormente coincidieron en la misma ciudad. Pero no lo valoraron. Eran unos simples colegas que se saludaban cuando se cruzaban. Les gustaba echar un rato siempre, pero breve y casi insulso. Un ‘Hola, ¿cómo te va? Te veo poco por aquí…” y poco más.

Los años pasaron. Ambos hicieron sus vidas ajenos a lo que les vendría después. Él disfrutó al lado de una chica. Ella hizo lo que pudo sin demasiada suerte en este juego. Y, probablemente, cuando ninguno de los dos buscaba seria fortuna, se volvieron a cruzar una noche. Los planetas se alinearon, o el karma les estaba esperando, o vete tú a saber. Aquella madrugada cruzaron no una, ni dos, ni tres palabras. Se les notaba cómodos. Aquella noche ambos sabían que volverían a encontrarse.

Y sucedió. Un examen de inglés como excusa, una cerveza pendiente y, definitivamente, un ‘¿Quedamos esta noche?’. 

Se saltaron ese tonteo que toda pareja tiene al principio. Ese momento de indecisión e inseguridad. Había reciprocidad. Y se notaba a kilómetros. Nunca se escondieron. Para qué.

Y hasta hoy.

Quizás sigan siendo ese yin y ese yang. Muy diferentes. Caracteres a 180°. Polos totalmente opuestos. Pero algo tienen en común. Las ganas que tienen el uno del otro.


Y que les dure.

lunes, 28 de octubre de 2013

¿Quién me va a decir a mí que soy un aficionado de Segunda?

Hoy es un día perfecto, como cualquier día, para rescatar del baúl algo que escribió mi hermano hace un tiempo. Mi hermano, mi maestro particular en las artes amatorias rojiblancas.

Aquí va...

Hola Athleticzales del mundo. Como soy nuevo en estos lares, me presento. Me llamo Rafa, tengo 28 años y os escribo desde un pueblecito al norte de la provincia de Córdoba. No, no dejéis de leer. Por favor. Os quiero contar mi historia. Gracias.



Hace poco alguien hizo que me sintiera muy mal. Alguien me dijo que yo, precisamente yo, era un aficionado de segunda. A mi pregunta de por qué, me respondieron que yo no había nacido en Euskadi. Bien. A mí, precisamente a mí. Os cuento.

Diez años. Esa era la edad que yo tenía la primera vez que vi en directo al Athletic. Esa semana yo iba a mi colegio, a los Salesianos, flotando por encima del suelo. Mis abuelos iban a llevarme a Sevilla. Iba a cumplir el sueño de mi vida. Julen, Carlos García, Garitano, Alkorta, cuco Ziganda, todos iban a estar en el verde del Pizjuán mientras yo, con mi bufanda y mi camiseta, me iba a desgañitar gritando ‘Athletic’ animando a los míos. Pues esa maldita semana me tuve que poner enfermo. Al médico. Principio de pulmonía. Según D. Carlos, mi médico, tratamiento y cama. No salir de casa. Conforme oía las palabras del señor de bata blanca, mis ojos empezaron a humedecerse. Pero no había problema. Mi madre me miró con cara cómplice y le dijo a D. Carlos: “póngame un tratamiento fuerte doctor, el niño tiene que hacer un viaje”. ¡Sí! Dos días después allí estaba yo. Mis abuelos habían obrado el milagro. Mi madre me vistió de tal forma con tal de que no cogiera frío, que sólo se me veían los ojos. Las fotos de aquel día así lo atestiguan. El Hotel Los Lebreros de Sevilla fue testigo de cómo un enano con camisa, jersey, abrigo y bufanda, veía por primera vez a sus ídolos. El gran Julen, el goleador Ziganda, el capitán, Genar Andrinua… todos estaban allí. Estaba temblando sólo de verlos. Y luego a Nervión. Yo temía a Maradona. No salió del círculo central. Que tío, no corría nada. Pero perdimos. 3-1. El nuestro lo metió el Cuco. Fueron 90 minutos gritando, saltando, mirando embelesado a once rojiblancos sobre un campo de fútbol. Soñando con empatar y con vestir yo algún día esa camiseta. El árbitro pitó el final y yo me subí a un Astra color granate para volver casi 300 kms. sobre nuestros pasos pensando que en San Mamés, a la semana siguiente, teníamos que sacar los tres puntos. Seguro. Teníamos que ganar.


De eso han pasado casi veinte años. Yo soy del Athletic desde que mi abuelo nació, frase que le robo a mi hermana. En mi familia, esto es algo que se transmite de generación en generación. No es una afición. Esto es una religión. Y como religión que es, no tiene fundamento lógico. Y no tienes que haber nacido en un sitio concreto para sentirla. Ojalá yo hubiera nacido en Bilbao y pudiera ir cada domingo a San Mamés. Ojalá. Pero no ha sido así. 917 kms separan mi casa de La Catedral. Y mi primera vez fue fantástica. Aún recuerdo ese escalofrío que me recorrió cuando, subiendo la calle Pozas con mi hermana y mi tío, vimos unas paredes blancas y un inmenso escudo del Athletic. Estábamos allí. Habíamos llegado a San Mamés. Diez horas de coche después, estábamos en aquel lugar soñado. Mi hermana no articulaba palabra, mi tío nos contaba antiguas experiencias vividas allí, y yo… yo no sé qué hacía.

En serio, ¿quién me dice a mí que soy un aficionado de segunda? A mí,  que me han escupido en el Bernabéu, me han insultado en el Pizjuán, me han escoltado hasta el coche en el Lopera, me han amenazado en La Rosaleda. A mí, que he gastado todos mis ahorros en ir hasta Bilbao a ver un partido, que me han tirado piedras el día del botellazo a Armando, que me he jugado el tipo yendo a escondidas a Vallecas para ver a mi Athletic en copa. A mí, que me he quedado tirado con mi hermana tras una nevada espantosa volviendo de Málaga. A mí, que grito cada gol de Toquero como si fuera mi vida en ello. A mí, que a mis 28 años aún sueño con marcar un gol a pase de Julen y que La Catedral se venga abajo. A mí, que siempre he tenido que dar explicaciones. ¿Del Bilbao?, me preguntaban. Del Athletic, respondía yo. Pues eso. A mí, ¿alguien me va a decir que yo
 
soy de segunda?  No, no es justo. El Athletic es tan grande que nadie te puede decir si estás o no estás. El Athletic es propiedad nuestra. De todos y cada uno de los que vibramos con un regate de Iker, con una galopada de Toquero, con un centro de Iraola, con un balón dividido ganado por Gurpe o con un remate a la red de Llorente. De todos y cada uno de los que metemos nuestra camiseta en cada maleta, en cada viaje. No nos dividamos nosotros. Que lo hagan otros. Nosotros somos el Athletic. Y, ¿por qué no? Los de Bilbao nacemos donde nos da la gana.


Eskerrik asko.

Rafa García

sábado, 31 de agosto de 2013

15 'algos' sobre mí que nunca te contaría.

  1. No soporto ver la tapa del inodoro levantada.
  2. No me gusta la mostaza.
  3. Tuve una conversación de más de cinco minutos con Manolo García por teléfono.
  4. El volumen de la tele siempre tiene que estar en múltiplo de 5.
  5. Tengo una cesta en mi habitación llena de botes de colonia. Los coleccionaba.
  6. El pan siempre a pellizcos. No me sabe igual cortado con cuchillo.
  7. Duermo con el móvil debajo de la almohada. Menos ahora. C*ño, que es nuevo.
  8. Alcanzo el clímax comiendo berenjenas con miel.
  9. Mi taza favorita tenía una foto mía con Fernando Llorente. La rompió mi madre.
  10. He sido puta, niña maltratada, señora de bien y Caperucita. En teatro.
  11. He probado las ancas de rana autoconvenciéndome de que eran alitas de pollo.
  12. La Coca Cola, siempre light. La cerveza, siempre Estrella Galicia.
  13. Estuve a punto de ser investigada por tener una ikurriña.
  14. Fui más de Compañeros que de Doraemon. Más de Licor 43 que de Malibú con piña.
  15. Lloré con la despedida de Julen, con la de Del Horno y estoy deseando hacerlo con la de Toquero







miércoles, 21 de agosto de 2013

En la silla de esperar las cosas.

Nos pasamos la vida esperando ese momento. Ese momento en el que creemos que alcanzaremos la felicidad. Pensamos que todo tiempo por venir será mejor mientras nos intentamos autoconvencer de que todo pasado fue peor. Por eso de que ya es pasado.

Y aquí seguimos, en la silla de esperar las cosas. Miramos por la rendija de la ventana buscando que llegue ese algo. Que aparezca un halo de luz por debajo de la puerta. Una carta especial del señor de amarillo. Pero no.

Y volvemos a sentarnos. Y a esperar. Y a soñar con un tiempo mejor. El ser es inconformista por naturaleza en cuanto a felicidad se refiere. No valoramos lo suficiente lo que tenemos. Esa cerveza helada bajo el sol rodeada de tus amigos. O esa siesta sin fecha de caducidad y con la mejor de las compañías. O un beso de buenas noches. O de noches buenas. Un ‘me encantas’ o el más sincero ‘te echo de menos’ de una amiga.


Que la vida no es(tá) fácil, está claro. Lo sabemos de sobra. Pero, ¿y quién nos dice a nosotros que no estamos ante el momento más feliz de nuestra vida? Nos acojona pensar que somos felices. Estamos tan acostumbrados a que todo vaya mal, que en el momento que los planetas se alinean para echarnos una mano, se la quitamos. Que no, que nos gusta quejarnos, lamentarnos de nuestra mala suerte.

Anhelamos ese estado de plenitud, ese andar por las nubes paseando por la calle. Y, de repente, cuando llega, no lo vemos. Lo ignoramos. Le tememos.


Puede parecer que me estoy quejando. Al contrario. Simplemente me estoy delatando. Soy de ese tipo de personas a las que les acojona la felicidad. Una idiota más. 


domingo, 26 de mayo de 2013

Carta de mamá

Hola, enano. Sólo te pido un favor. Lee esta carta cuando estés viendo el verde.

¿Ya? Pues venga…


Pues aquí estás. Tu primera vez. Disfruta mucho este momento, será irrepetible. Saborea cada instante. Ríe, grita, emociónate, empuja, aplaude, llora, canta, comenta.

¿Sabes? Yo también tuve una primera vez. Mamá nunca te lo ha contado. Fue hace mucho tiempo. Un 7 de mayo de 2005. Tenía 16 años. Sí, no te rías. Que yo también fui pequeña. Fui con el tío Rafa y con el tío Miguel, el hermano de la abuela. Fue una sorpresa total para tu tío y para mí. Vimos un Athletic-Zaragoza. 2-0. Marcó Urzaiz. El mítico Urzaiz. El otro fue de Lacruz, pero ese no creo que te suene. 
Fue el momento más bonito que recuerdo de cuando era pequeña. Pero no fue aquí… ¿Sabes? Antes había otro estadio. San Mamés a secas se llamaba. Y tuve la suerte de conocerlo. Era un estadio increíble. Hasta los rivales lo decían. Nunca conocí un lugar igual. Y eso que mamá conoció bastantes estadios a lo largo de esos años… Pues no, ninguno. Ninguno como San Mamés. En ninguno se respiraba, se olía y se saboreaba lo que allí. Era fútbol en su estado más puro. Era magia.

Sólo tengo una espina clavada y es que tu bisabuelo no lo llegara a conocer. Él fue el culpable de que todos nosotros seamos del Athletic. Fue el primero… Le habría gustado mucho.

¿Que por qué tiraron el estadio? Porque ya no cumplía según qué requisitos. Se quedaba pequeño, además. Estaba muy antiguo… 100 años cumplía cuando lo derribaron. Fue en 2013. Un 26 de mayo de 2013. Lo recuerdo perfectamente. Recuerdo que el tío me llamó y los dos, como dos niños pequeños, nos pusimos casi a llorar por teléfono.

No tuve la suerte de poder disfrutar demasiado de aquel estadio tan increíble. Pero tranquilo, mamá se encargará de que tú si puedas disfrutar de San Mamés Barria. Ésta es sólo tu primera vez.

Bueno, y ahora te toca a ti. Pronto empezará a sonar el himno. Cántalo como sabes. El acento te hace más gracioso. Ya sabes, disfruta todo lo que puedas. Será un recuerdo imborrable. Y nunca dejes de apoyar a los que están abajo. Si algo hizo especial a esta afición y a San Mamés en general era el apoyo incondicional al equipo estuviese en la situación que estuviese.

Y ya acabo, que me pongo muy pesada.

¡Pásalo muy bien!

Te quiere mucho.

Mamá.

lunes, 13 de mayo de 2013

El novio perfecto.



El Athletic es el romanticismo hecho fútbol. Un amor bicolor. El sentimiento más puro, que consigue adeptos sin esforzarse, sin intentarlo a propósito. Como Marcelo Alberto. Un argentino que llegó a Bilbo después de negarse a vivir en Milán. Ya se había comprometido, decía. Llegó y fue besar el santo, como dirían las ‘maris’ de mi pueblo.

El SEÑOR BIELSA, aunque seguro que a él este calificativo no le gustaría, nos hizo disfrutar de la mejor temporada en casi 30 años. No fueron Bucarest o Madrid, fue el camino. No hace falta recordar cada paso. Nos costaría alguna que otra lágrima.

¿Y ahora? Marcelo, decime, ¿qué harás?

Marcelo BielsaBielsa puede compararse con ese novio que te hizo inmensamente feliz, pero con el que la relación se ha enfriado. Quizás los suegros, quizás los amigos no tan amigos. Fuisteis la pareja perfecta, la más envidiada, la más odiada incluso. Pero vosotros ibais a lo vuestro. Era una sonrisa perenne. Llegasteis casi a tocar el cielo con la punta de los dedos.

Pero el tiempo pasó y la relación se desgastó. Ya no sois aquellos dos que se hacían el amor varias veces a la semana con resultados increíbles. O aquéllos que paseaban de la mano por el verde de los parques. Ya hay silencios incómodos. Miradas perdidas. Os queréis. Lo sabéis. Pero quizás haya llegado el momento de poner punto y final a una de las relaciones más perfectas que se hayan conocido jamás.

Mejor dejarlo ahora y quedar como amigos, que dejarlo pasar y acabar tirándonos los platos a la cabeza. Mejor parar y esperar que el destino nos vuelva a juntar otra vez, que acabar odiándonos por y para siempre.

El amor entre el Athletic y Marcelo Alberto nunca se acabará, tiene que ser eterno. No es fácil encontrar una pareja con la que disfrutar tanto viendo, tocando, hablando y escuchando. 

Bielsa, el novio perfecto. Un futuro ex de los que a todas nos gustaría tener.


domingo, 14 de abril de 2013

YO CONFIESO


Ven, siéntate, hoy te voy a confesar algo.... Hoy te contaré uno de mis mayores y peores pecados. Hoy diré qué fue aquello que a mí me hizo, no mejor ni peor persona, sino alguien con una carencia importante de buen gusto, de romanticismo, de sentimiento verdadero. ¿La infidelidad a un novio? No, peor…


Hoy contaré que yo, en una época anterior, durante algunos años de mi infancia, cometí un fallo, entre muchos. Las malas compañías, dicen. Confieso que insultaba, siempre inocentemente, a mi hermano por sentir algo que yo no sentía. O eso pensaba. Algo que a él lo hacía diferente y yo no llegaba a comprender. “¡Buah, qué tonto, pero si vosotros siempre perdéis!”, me limitaba a repetirle mientras yo me compraba pósters y fotos de un brasileño, de aquel chileno mítico e incluso de un madrileño al que ahora homenajean en Alemania y Qatar. Confieso que yo llegué a decorar mi habitación con fotos de unos jugadores vestidos de blanco, con pegatinas de un guapete argentino con melenita, que me alegré con aquel gol de cierto montenegrino un 20 de mayo de 1998, incluso Melchor me regaló un balón firmado con sabor a merengue… Y lo peor de todo: negué un sentimiento que yo tenía dentro, pero que me costó descubrir. Y aunque costó, pocas cosas me han reportado tan buenos momentos. El fútbol sólo es una excusa para ser del Athletic


 Pero, ¿del Athletic se hace o se nace? No tengo dudas. Del Athletic uno nace. Ya me lo decía mi madre: “Tú, niña, cuando te preguntaban de pequeña, muy pequeña, de qué equipo eras, siempre respondías lo mismo - ¿Yo? Yo de Julen…”. 

Está claro. La naturaleza es sabia. Y, si no, ¿por qué tenemos los glóbulos a dos colores? Si lo raro es que el corazón no sea a rayas…

sábado, 13 de abril de 2013

A veces.


A veces te echo de menos. A veces de más. A veces incluso deseo no haberme cruzado en tu camino. No haberte tocado ahí dentro. No haberte querido. Que no me hubieras querido. A veces, sabes, te necesito. Y otras, te desnecesito. Te odio y te quiero. A partes iguales siempre. A veces me canso de mí. De pensarte. De intentar olvidarte. A veces me acostumbro a no tenerte. Y me duele más que el no tenerte.

Pero a veces también sonrío. Y río. Y me encanta sentirme tan bien. Y no te pienso. No te echo de menos. No necesito de tu tiempo. Ni de tus palabras. A veces me gusta sentirme libre de eso que me ataba. Que me tenía enganchada. Peor que el pitillo de después de hacer el amor. O la cerveza del partido de los domingos. Y ya no te siento. No te extraño. No te persigo con la mente.

A veces, mis pensamientos tienen nombre. Y esta entrada, claramente, lleva el tuyo.   

jueves, 7 de marzo de 2013

Un viernes cualquiera


Algún día conseguiremos que no sea algo extraordinario, algo raro, algo digno de mención. Conseguiremos que no se mire con una lupa y se trate de bizarro algo que no debe serlo.

Día Internacional de la Mujer
Google
No discuto que ese día aún no ha llegado y que la lucha continúa, lenta pero sin pausa, hacia un futuro mejor.
Lo que sí discuto, amigas y amigos mundanos, es que este día denominado de la “Mujer trabajadora” no es sino una mera forma más de discriminación. No es, desde mi pequeño punto de vista, la mejor forma de llegar a esa igualdad que tanto ansiamos desde este bando.

Así que mamá, tías, primas, abuelas, amigas y mujeres en general… ¡Feliz viernes!


jueves, 28 de febrero de 2013

Yo soy del sur.


Me defino como una andaluza muy del norte, pues a pesar de mis 24 años y suponiendo el estado de mi economía ‘más tiesa que un boli’, me ha dado tiempo de conocer un trocito de ese paraíso que encierra nuestro país.

De Barcelona tardé sólo unas horas en enamorarme. Enamoramiento fugaz que lo llaman. Como esos que se producen en el metro o en la cola del super. Barcelona, entre otras muchas cosas, es ese “rollo guay”. Ciudad que me prometí volver a visitar con más tiempo y con más edad. Perfecta para perderse, sola o acompañada, y que por exigencias del guión, estoy obligada a conocer bien.

 Asturias, en su total, es otro mundo. Desde Gijón a Oviedo, pasando por cada rincón de sus pueblecitos. De Oviedo me enamoré pronto también. Ciudad impecable, como una señora. Gijón es el chaval guapete que a todas les gusta. Sólo una pega: no conseguí que me gustara la sidra.

Y pasamos a Coru. Miña Coru. Esa gallega que me hizo serle infiel a una vasca. Con la que tuve un idilio duradero y  a la que echo de menos cada día. Ese olor a mar que te quita todas las penas y problemas que puedas tener. Es gente, es ambiente, es gastronomía, es paisaje, es todo. Coruña es la ciudad en la que nadie es forastero. Coruña es la amiga perfecta.


Y, por último, la vasca. Bilbao, de siempre y por siempre, será un pequeño sueño. Una meta. Bilbao es la ciudad donde siempre tendré un motivo para disfrutar. No es fútbol (por mucho que se lo tenga que repetir a mi madre). Bilbao ya es otra cosa, aunque no pueda ni sepa explicar qué. No es la ciudad más bonita del mundo. No le hace falta.



Pero amigos, a pesar de todo, a pesar de que yo esté profundamente enamorada de norteñas, de que me tilden de loca en casa, de que las eche de menos cada día que pasa, de que esté obligada a volver a algunas de ellas… Amigos, COMO EL SUR NO HAY NADA.

Andalucía no es trajes de flamenca, gazpacho, siesta, rebujito y Feria de Abril. Esto no es una región de vagos y maleantes. Andalucía ha visto nacer a ilustres personajes: filósofos, poetas, escritores, pintores y un sinfín de personas que hacen fácil sentirte orgullosa de ser andaluza.

Andalucía tiene un color, un olor y un sentir que no se encuentra por mucho que viajes.

Andalucía, sin lugar a dudas, es el mejor sitio para nacer.

Como diría la canción, “Andalucía es mi tierra, YO SOY DEL SUR”. Y muy orgullosa.

domingo, 27 de enero de 2013

¿Nos presentamos? Parte III


Me encanta la salsa César. Y los tostones. No me gustan los perros, pero tendré uno en un futuro. Se llamará Koi. Tengo vicios. Todos confesables. Soy abierta. Menos de lo que creía. Me gustan los retos. Soy comodona. Y divertida. Mi película favorita es El show de Truman. Me encanta bailar. Pero no me obligues. Así no me gustará hacer nada. Estudio ADE, pero me habría encantado ser periodista. Conocer mundo. Me gusta que me llamen Anita. Aunque sólo algunas personas. Sueño más despierta que dormida. Envidio a Susana Guasch. En mi foto favorita no salgo yo. El hombre de mi vida tiene novia. Posiblemente sea mi cuñada en un futuro. Soy rara. Me encantaría saber más sobre fotografía. Fácil de conocer. No soy republicana. Ni monárquica. Me encanta Tarifa. Nunca se me ha dado bien ligar. No me gusta que la gente se ande con rodeos. Ni con victimismos. Aunque yo sea la primera que lo haga. Me he prometido no cambiar nunca. No sabría qué llevarme a una isla desierta. Pero sí a quien. Me gusta que me hagan reír. Hacer reír. Las pipas con sabor Tijuana. Y las míticas esponjitas. No me gustan las películas de terror. Soy básica. Simple. Más cristiana que católica. No fumo. Lloré con la retirada de Julen. Prefiero una noche de cervezas a una de discotecas. Una tarde de fútbol a una tarde de café. Me sería difícil vivir sin móvil. Y sin conexión a internet. Bebo ron. Me encanta escribir. Mi mejor forma de desahogarme. No puedo ver imágenes de la temporada pasada. Soy llorona. Nada dura. Aunque me encanta aparentarlo. Puedo pasar de escuchar Extremoduro a Robbie Williams. El bus me inspira. Siempre echo una columna al azar en la quiniela. Si quieres planear mi cita ideal, incluye la playa por la noche. De pequeña miraba debajo de la cama antes de acostarme. Tengo peluche favorito. Se llama Frantxu. Y lo regalé. Fui a los salesianos. Y estaré eternamente agradecida. Me encantaría ser madre en un futuro. Y los nombres vascos. Atad cabos. Me encantó Londres. Nada como el producto nacional. Echo de menos a mucha gente. Y muchas cosas insignificantes a primera vista. Creo que el sexo no es imprescindible. Pero sí necesario. Soy de humor simple. Me encanta pasear escuchando música. Las tormentas desde la cama. La pasta con mucho orégano. He perdido a grandes personas en estos últimos años. Y he ganado a otras. Estoy a favor de la cirugía estética. Pero no de la pena de muerte. Quiero ser donante de órganos. Si tienes una sonrisa bonita, me has ganado. Me consideraba independiente y poco celosa hasta que me conocí. Porque no hay dos sin tres…